A bird without feathers.

Deja de pensar que cuando se abra la jaula el pájaro se quedará allí, sin moverse, porque no lo hará. Echará a volar, como es natural. No intentes atarle a una vida que no quiere porque solo conseguirás que te acabe odiando.
Y tú no quieres que te odie ¿verdad?

Y en días como este...

Las luces parpadeantes se reflejan en los ojos de Mary con la esperanza de un año mejor. De hecho, piensa ella mirando al vacío, cualquier año será mejor que este.

Los recuerdos se agolpan en sus ojos cual lágrimas con ansia de ser derramadas. Recuerdos de tiempos pasados, de navidades mejores, navidades con su familia.

El aire se escapa de sus pulmones en forma de suspiro y una lágrima valiente recorre su pálida piel hasta estamparse en su jersey. Los recuerdos son más fuertes que ella. Piensa en su abuela, que ya no está. Piensa en sus tíos y primos, que se han ido alejando cada vez más. Piensa en ella misma, en su yo pasado, esa niña tan alegre cuyo espíritu navideño podría haber sonreír a aquel monstruo verde que quiso arruinar la Navidad. 

-¿Dónde está esa niña, Mary? -dice una voz en su cabeza-. ¿Adónde ha ido?

"No lo sé".

-Sí lo sabes. Sigue aquí, solo que tú no quieres que vea la luz. Podrías hacerlo si quisieras, lo único que tienes que hacer es coger el teléfono y rellenar ese vacío que os separa. 

-Mentira. El vacío es demasiado grande -dice al fin en voz alta, con lágrimas surcando sus mejillas-. Es insalvable. Esa niña murió junto con el último invierno, con el último latido de su corazón. Deberías saberlo, estabas allí.

-En ese momento estaba poniendo a salvo a esa niña, me convertí en su custodia. ¿Sabes? Nadie mejor que yo sabe que tú no tienes la culpa de nada, pero está en tu mano decidir si quieres que todo vuelva a ser como antes o dejar las cosas como están. Piensa en qué habrías hecho hace dos años, piensa si merece la pena.

La voz se desvaneció y Mary volvió a estar sola en aquella habitación. Las luces seguían parpadeando, pero esta vez no con esperanza, sino con la certeza de que aquel año sería mejor. Y no volvió a pensar en los años anteriores. Pasó página y empezó a construir navidades llenas de alegría y felicidad. 

Aunque el dolor siempre estaría allí para atormentarla de vez en cuando.

Forrest Gump.

Mi mamá dice que la vida es como una caja de bombones, nunca sabes qué te va a tocar.  


Es curioso lo que uno puede recordar, porque yo no me acuerdo de cuándo nací, ni recuerdo mi primer regalo de navidad, ni tampoco sé cuándo salí de excursión por primera vez... pero sí recuerdo la primera vez que oí la voz más dulce del mundo entero. Yo nunca había visto nada tan hermoso en toda mi vida, era como un ángel. 

No sé si todos tenemos un destino, o si estamos flotando casualmente como en una brisa; pero yo creo que pueden ser ambas, puede que ambas estén ocurriendo al mismo tiempo.

Yo no sé mucho de casi nada, [...] puede que yo no sea muy listo, pero si sé lo que es el amor

Mi madre siempre decía que la muerte es parte de la vida. Ojalá no lo fuera...

Forrest Gump, 1994.

Direcciones.

A veces siento como si fuera en la dirección correcta en un mundo en el que está de moda ir a contracorriente.


Pero ¿cómo sabes cuál es la correcta si cada uno va en la dirección que le da la gana?

Confía en tus principios, en la razón, dicen unos. Confía en tu corazón, te animan otros. ¿Y qué haces cuando ambos quieren tomar caminos opuestos? ¿Por dónde se escapa del campo de batalla? No hay vía de escape. Hay que luchar. Luchar hasta que no puedas más, hasta que te falte el aliento.

Y las consecuencias son obvias. Si gana el corazón: la pierdes. Si gana la razón: te pierdes.

En cualquier caso, no te atrevas a intentarlo, 
no puedes permitírtelo. Hay demasiado en juego.

Si lo expresaras en voz alta la carga se aliviaría, todo sería más fácil de soportar. Callártelo solo hace que te atormente más, pero si lo dices en voz alta, se hará más real, y cuanto más real sea, más costará eliminarlo, olvidar que está ahí, que no existe. Ese sentimiento tan contradictorio. Ese sentimiento por el que muchos han matado y otros tantos han muerto. Te niegas a creer que existe, te niegas a confiar en él. Y eso será tu perdición, pero también tu mayor logro.

¿Qué debes hacer? Si ni el corazón ni la razón se ponen de acuerdo, espera a que el tiempo decida. Así tal vez las cosas estén más claras. Espera, ten paciencia.

Y no dejes de luchar...
Although this war is far from over.

Shadows.

No estás a salvo de ellos ni en tu refugio. Te persiguen. Te acechan, esperando un momento de debilidad para aparecer. No descansan. Se alimentan de tu inseguridad, de tus miedos. Los ves en todos los rincones oscuros.

No tienen nombre, son sombras sin identidad que se cuelan en tu alma y la hacen quebradiza para que se rompa en mil pedazos con el primer golpe. Aparecen en tus sueños cuando menos te lo esperas, te hacen llorar. Ellos son los causantes de tu desgracia, y no al revés, como te empeñas en creer. Pero tú no te libras. Tienes parte de culpa por creer en ellos y permitir que se hagan más fuertes.

Con cada lágrima que derramas por ellos haces que su propósito tenga razón de sí, que sus ganas de herirte sean más sólidas. Cada pensamiento que les dedicas es una inyección de dolor, de rabia. Pero no puedes hacer nada por evitarlo. No puedes cambiar la imagen que los demás tienen de ti, ni lo que eres, ni lo que fuiste. Esas sombras te perseguirán toda la vida. Lo único que puedes hacer es intentar enterrarlas lo más hondo que puedas y asegurarte de que no saldrá nunca a la superficie. 

Malos momentos, arrepentimiento... y amigos.

A lo largo de mi corta vida he conseguido darme cuenta de que una persona es una de las cosas más complejas habidas y por haber, y un amigo más aún. Claro, que hay amigos y amigos. 

Están aquellos que aparentan serlo y luego no son más que concentrados de hipocresía solidificados, esos que lo único que hacen es criticar y hacer daño. No a ti, por supuesto, tienen que aparentar ser tus amigos para poder  reírse de ti luego. Lo peor es que somos tan idiotas que nos dejamos llevar por estos amigos, y acaban haciéndonos daño, mucho daño. Curioso, parece que todos los seres humanos tenemos la capacidad extraordinaria de acercarnos a lo que más daño nos hace. ¿Morbo? No, yo creo que es mera estupidez.

Luego están los amigos de verdad, los que pueden no parecerlo, pero están siempre ahí para todo. Te aguantan cuando te enfadas, escuchan todo lo que tienes que decir acerca de tus amigos y te consuelan con sus propios problemas. Si, es todo muy bonito ¿verdad? Happy flowers para siempre, tienes una vía de escape para cuando te saturas a cambio de soportar problemas ajenos durante un rato. No es solo eso, y ahí es a donde voy, ese es el motivo de esta entrada. 

Una vez encontramos a los amigos de verdad, acabamos hiriéndolos, como si fuera un rito. Bueno, puede tomarse como tal, un rito de selección natural de amigos. No suena mal. Haces o dices algo y la cagas, aunque no te das cuenta hasta mucho tiempo después, porque en el momento crees que estás haciendo lo correcto, que algún día te lo agradecerán. Y no es así. Luego hay dos maneras de que ellos reaccionen. Pueden ofenderse (con motivo) y tomarte como un amigo que solo quiere herir y mantener las apariencias o pueden aguantar y seguir ahí, tomar la ofensa como una anécdota más, porque lo bueno es mucho mejor.

Pero llega un día en que te das cuenta de que hay algo que no has hecho bien, que no tenías que haber dicho o hecho cierta cosa, y te arrepientes, te arrepientes tanto que hasta te duele. No tienes una máquina del tiempo, no puedes volver atrás, la vida no te da segundas oportunidades, así que tienes que apechugar y   seguir adelante, asumiendo las consecuencias de lo que has hecho. Lo único bueno es que, si los amigos eran de verdad, seguirán ahí, y tienes que decirles lo que sientes, o que lo sientes, si coincide. Si son de los buenos te entenderán y lo tomarán como una anécdota más para reírse en el futuro. Y si no eran más que sacos de hipocresía... mira el lado positivo, ya no tienes que aguantarlos más. 

¿A qué viene esto? Básicamente a que me he puesto a recapacitar sobre quiénes son verdaderamente mis amigos, y me he dado cuenta de que, a veces, he hecho mucho daño, y lo seguiré haciendo, porque yo soy una de esas personas que tropieza más de dos veces con la misma piedra. 

No soy yo de pedir perdón ni de arrepentirme, pero en este momento, lo haré, porque mis verdaderos amigos se lo merecen. 

Este texto va dirigido principalmente a mis compañeros de Más Allá de las Palabras, que han demostrado estar siempre ahí, en los buenos y malos momentos, como los amigos de verdad.

Gracias por estar ahí siempre. 

Pasar página y empezar un nuevo capítulo.

Querías que todo cambiara, estabas harta de la rutina, de lo mismo de siempre, de sus gritos de agonía, de las lágrimas, de la rabia. Querías un cambio, lo necesitabas. Lo deseaste con tanta fuerza que al final ocurrió y entonces deseaste no haberlo deseado. Pero no se puede volver atrás, somos prisioneros de nuestras acciones, así que lo hecho, hecho está, no hay vuelta atrás, nada de segundas oportunidades. No. Ya está, se ha ido, punto final, toca pasar de página. Te vistes de negro y la recuerdas, perdonas sus errores y te quedas con lo bueno, lloras con sus fotos y consuelas a quien más la quería, que es quien más la echará de menos. Te conviertes en un pañuelo para limpiar lágrimas y manchas en el corazón. Y como ya he dicho, toca pasar página, tienes que seguir con tu vida, los muertos se han ido, ahora hay que cuidar de los vivos.

Y te vuelves a sentir alegre por momentos, las nubes se disipan y vuelve a salir el sol, más radiante, más brillante porque ella está ahí arriba, queriéndote, apoyándote y protegiéndote, ahora tienes ángel de la guarda.

Pero llega uno de los días en que más la necesitas y todo se desmorona, porque ella no está ahí, es el primer año que ella no está para verte bailar, para darte ánimos, para sentirse orgullosa de ti. La echas mucho de menos, la necesitas a tu lado y crees que no podrás hacerlo sin ella. Pero entonces alguien te dice que sí que está, que se siente orgullosa de ti esté donde esté y que aunque ahora no esté lo único que tienes que hacer es pensar en ella mientras bailas, sentir que está viéndote y protegiéndote para que no te tuerzas un tobillo. Y funciona, al menos mientras todo está oscuro, pero luego se encienden los focos y ves a tu madre sonriendo con lágrimas en los ojos, tu padre haciendo fotos y tus hermanas solas, sin ella a su lado preguntando dónde estás, con sus ojillos verdes iluminados de orgullo.

Y para que ella sienta que ha estado contigo vas al cementerio y le llevas las flores que te han dado por hacerlo tan bien, por no haberte desmoronado. Te guardas una flor para ti y la rocías de la colonia que se echaba los domingos, para cuando quieras volver a revivir esos momentos en los que ibais al parque con tus primos y luego a comprar chucherías.

Lloras un poquito más, te limpias las lágrimas, te pintas otra vez la sonrisa y ya está, haces como que todo ha pasado. Esto te ha servido para darte cuenta de que simplemente pasar página no es nada. En estos casos hay que empezar un capítulo nuevo. Pero, ¿sabes? eso no tiene nada de malo, eso no significa que tengas que olvidarla. Revisar capítulos pasados de vez en cuando es bueno, te ayuda cuando no sabes cómo ni por dónde continuar.

En cada arruga se esconde un consejo.

Ahí está, sentado en un banco, con la mirada perdida y triste. Parece que la alegría le abandonó junto a la juventud, y las arrugas que surcan su rostro le dan un aire melancólico. Cualquiera que le mire en este momento pensaría que no es más que un viejo dando de comer a los patos, pero yo no veo eso, yo veo a una víctima del tiempo traicionada por los recuerdos. Su bastón descansa a su lado, custodiando una bolsa de migas de pan que acabarán en el estómago de algún pato. Me acerco y me siento a su lado, pero no sé qué decir, así que me quedo callada para no estropear el silencio. Su mirada llorosa debida a las cataratas se pierde en el horizonte y sus manos tiemblan, al igual que su boca, una muesca esculpida en su rostro.

 -Hace siglos que una jovencita como tú no se sienta a mi lado en este banco -dice con la voz temblorosa y grave, carcomida por el tabaco-. Aunque para mí hace siglos de todo. Creo que la última vez fue cuando conocí a mi señora esposa, que en paz descanse. Fue hace setenta y cinco años, cuando yo tenía dieciseis, y me enamoré de ella en seguida. Nos conocimos aquí y cuando nos casamos nos fuimos al pueblo y luego nos volvimos a mudar aquí. Siempre fue tozuda como una mula, y muy guapa. Era encantadora. Se llamaba Matilde, yo me llamo Antonio. ¿Tú cómo te llamas?

-Belén -digo en voz alta, tal vez más alta de lo normal-.

-No hace falta que me grites, que no estoy tan sordo. Bueno, como decía, adoraba a Matilde, cada vez que la decía "te quiero" me soltaba "Anda, anda, guardate esas ñoñerías para quien necesite oirlo, yo lo sé sin que me lo digas". Murió hace tres semanas. Cáncer, dicen. Pero yo creo que lo que la mató fue el estar lejos del pueblo. Nunca fue una mujer de ciudad ni de mundo. A ella le gustaba estar cerca de las ovejas y ver parir a las cerdas, ver a nuestros hijos corretear tras los lechones para tirarles de la cola. ¿Te has enamorado alguna vez?

-S-si -tartamudeé en voz baja con un poco de vergüenza.

-Pamplinas, los jóvenes ahora le llamais enamorarse a echar un casquete en cualquier lugar. Seguro que no te has enamorado nunca. Y los jovenzuelos no sabréis lo que es el amor hasta que lo perdais para siempre, o hasta que vivais una guerra y esteis a punto de perderlo todo. Malditas guerras y la madre que las parió. Yo tuve que luchar en la guerra civil, junto a mis siete hermanos, cinco murieron, el sexto está en una silla de ruedas porque le tuvieron  que amputar las dos piernas y yo soy el único que salí ileso, bueno, con la conciencia mutilada por las muertes que causé y con mis sueños rotos en pedazos, pero físicamente bien. Yo quería ser médico y estaba preparándome para ello cuando tuve que ir a la guerra. Al final ni medicina ni leches. Te estaré aburriendo ¿verdad? Supongo que a los jóvenes de hoy día no les gusta escuchar las batallitas de viejos aburridos, pero hace tanto tiempo que no hablo con nadie...

-No se preocupe, me gusta aprender de los demás, no soporto a esa gente que menosprecia a los mayores -Suelta una carcajada y una lágrima rueda por su rostro y se pierde en los surcos de su piel-. No llore, que no me gusta ver llorar a la gente.

-Hija, si son lágrimas de alegría, me alegra mucho ver que aún queda alguien decente en el mundo que puede conseguir que la Tierra no se derrumbe del todo.

-¿Y sus hijos? Dijo antes que tuvo hijos con su señora, que en paz descanse.

-Esos desagradecidos nos dieron la patada en cuanto cumplieron los dieciocho. No han vuelto a llamar los muy cabrones. Eran tres, tres hombres. Sé que el mayor se casó y tiene hijos, pero de los pequeños no sé nada. Ni quiero, no se merecen mi atención. Cabrones...

Veo que aprieta los puños con fuerza y tuerzo la boca en una mueca de asco. No es agradable que tus hijos te olviden.

-¿Lleva mucho tiempo viniendo a este parque? -pregunto con la confianza adueñándose de mis palabras-.

-Todos los miércoles y domingos desde que conocí a Matilde. Y pienso seguir haciéndolo hasta que mi corazón se pare, todos los miércoles y domingos.

-Pues mire, ahora me tengo que ir a clase, pero este domingo vendré a seguir hablando con usted. ¿Sabe? estoy estudiando medicina.

Me mira y sonríe, me apoya una mano áspera y llena de manchas en el brazo y me aprieta con cariño. Me levanto y veo que suspira.

-Eres igualita a mi Matilde, Belén. Me hubiera gustado tener una hija como tú. Cuídate, espero verte pronto.

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El tiempo pasa y sigo sentada en el banco. Es domingo y espero a Antonio, pero se retrasa. Y sigo esperando cuando el sol se pone en el horizonte. Entonces me doy cuenta de que en su lado del banco hay una nota para mi. Huele a tabaco de pipa y a vejez.

Todo parece igual, pero algo ha cambiado, esta vez no hay patos, se han ido para siempre, como él.

Demasiado ha aguantado sin ella, pienso antes de irme a casa.
Cuando todo falla te planteas que a lo mejor el problema eres tú.

Recuerdos de papel.

¿Cómo pueden unos pedazos de papel albergar tantas historias y tantos recuerdos? ¿Cómo puede una fotografía hacerte perder la cabeza y ejercer como máquina del tiempo?

Porque esa fotografía es un pedazo de nuestra alma, un recuerdo de cualquier momento pasado que merece ser recordado.

Lo malo viene cuando esa fotografía no es parte de tu alma, sino de tu corazón, cuando quienes aparecen en ella son dos ladrones de corazones, dos amantes cautivos para siempre entre paredes de celulosa.

Recuerdos y más recuerdos, construimos nuestra vida en torno a ellos y en cuanto viene un soplo de aire se desmoronan, pero seguimos elevando esa construcción basada en fotografías, videos y anécdotas, de cimientos poco firmes que hacen balancear nuestro estado emocional cada vez que algo lo roza.

Y no sé cómo, pero dependemos de los recuerdos. Y yo ya me he cansado de depender de muchas cosas, así que estoy empezando a cortar el problema de raíz. Tres problemas, tres soluciones y tres cortes que te detallo a continuación:

El primer corte fuiste , me cansé de depender de ti, así que te devuelvo lo que queda de tu corazón, no lo quiero, de verdad, puede contagiarle algo malo al mío. Te adjunto también aquella figurita tan fea que me regalaste ¿de verdad creías que me iba a gustar algo tuyo? Pues no, no me gusta, nunca me gustó, pero te dije que sí porque me gustabas tú. Y ahora eso ya no es ningún problema, así que puedo decirte abiertamente que esa figurita me parece horriblemente fea. Ya está, ya lo he dicho.

El segundo corte serán mis recuerdos, no todos, por supuesto, solo los recuerdos que tengan que ver contigo, ya que he dejado de depender de ti también quiero dejar de lado todo lo que relacione con esa persona que tan mal gusto tiene (me incluyo dentro de las cosas horribles que te gustan). Empezando por fotos, videos y momentos juntos. Lo primero se está solucionando ahora mismo en la chimenea que tanto te gustaba, donde ardieron nuestras pasiones y deseos. Donde ahora hay un montón de ceniza y tal vez un pedacito de tu cara que en este mismo instante está luchando para no sucumbir ante el monstruo rojizo y llameante al que llamamos fuego. 

El tercer corte soy yo. No pienso volver a depender de mí misma, si no puedo depender de ti no dependeré de nadie, yo inclusive. La medida que voy a tomar ahora es mucho más drástica que las anteriores. Nada de cortes y nada de fuego. La solución a este tercer problema es el olvido. Me olvidaré de mí misma y empezaré una nueva vida lejos de mi, donde nadie pueda hacerme daño y donde no haya lugar para los recuerdos.  Y te parecerá raro que antes haya dicho que no quiero destruir mis demás recuerdos, el caso es que no los destruiré del todo, los recogeré uno a uno y los guardaré en un pequeño baúl en el que también encerraré mi corazón. En ese baúl pondré siete candados y me tragaré las llaves para que nadie pueda acceder a él salvo yo. Así cuando esté a punto de morir (puede que sola o puede que con alguien que haya conseguido robarme las llaves) podré abrir el baúl y ver todos y cada uno de mis recuerdos.

Y ese día seré feliz porque recordaré el día en que te olvidé.

The Call

Todo empezó como un sentimiento, el cual se convirtió en una ilusión. Ésta se volvió un silencioso pensamiento, y luego se transformó en una tranquila palabra. Y entonces esa palabra empezó a crecer más y más fuerte hasta que se convirtió en un grito de guerra.

Volveré cuando me llames. No hay motivo para despedirse.

Solo porque todo está cambiando no quiere decir que no volverá a ser como antes. Todo lo que debes hacer es intentar saber quiénes son tus amigos mientras caminas hacia la batalla. Encuentra una estrella en el oscuro firmamento y sigue su luz.

Volverás cuando todo se haya terminado. No hay motivo para despedirse.

Y ahora estamos como al principio, es solo un sentimiento y ahora se sabe. Pero solo porque ellos no lo sientan no significa que debas olvidarlo. Haz que tus recuerdos crezcan más y más fuertes hasta que estén delante de tus ojos.

Vovlerás cuando te llamen. No hay motivo para despedirse.

The Call, Regina Spektor

Últimamente el cielo está precioso.
Supongo que es porque tú estás ahí arriba.
Porque no os olvidamos, quiero dedicar un minuto de silencio, aunque se merecen millones más, a todos aquellos que fueron víctimas de la barbarie de los terroristas.
Porque ese silencio contiene:
  • Todas las palabras que anidan en mi corazón y que no sé cómo decir.
  • Todas las lágrimas que quiero derramar pero no me atrevo, porque no tengo derecho a llamar dolor a lo que siento. Dolor es lo que sienten los que han perdido a alguien ahí. Yo, por ese lado, soy afortunada.
  • Todas las palabras de ánimo que no puedo decir a esa gente que perdió a alguien.
  • Todo lo que me callo y lo que quiero decirles a esos asesinos.
  • Todo el miedo que siento, porque eso nos podría pasar a todos.
  • Todo el valor que creo que tengo, porque eso nos ha hecho más fuertes.
  • Todo el apoyo hacia las víctimas.
  • Todos los latidos que se dejaron de escuchar hace siete años.
  • Todo el resentimiento hacia aquellos que necesitan que pase algo como esto para que se den cuenta de que la humanidad se está yendo a la mierda.
  • Toda la luz que contienen los millones de velas que se encienden todos los años por ellos.
  • Todas las almas de las personas que hoy han pensado en ellos.
Once cosas, once de marzo. Un día negro, un día de dolor, de lágrimas. Y también de esperanza, porque espero que eso no vuelva a repetirse jamás. Merece la pena pensar que por asesinos como esos la gente tiende a ser mejor persona, aunque sea solo por un día.

Ithilwen <3

Black Swan

Anoche tuve un sueño muy raro. Era el de una chica que es transformada en cisne y necesita el amor para romper el hechizo, pero el príncipe se enamora de otra y ella se suicida.

¡Oye!

¿A ti te parece bonito irrumpir en mi vida como un huracán y destrozarme el corazón el día de San Valentín? Es que cuando te has tropezado conmigo esta mañana has tirado al suelo mis sueños, me has pisado los planes y, ¡ahora no encuentro mi cabeza! ¿Puedes mirar a ver si te la llevaste por error? La necesito para no cometer ninguna locura, como por ejemplo decirte que te quiero... Espero que no la hayas confundido con tu dignidad. Ya para acabar sólo quería informarte de que el café que llevabas en la mano me ha manchado las ideas y ahora no se ve nada. 



San Valentín no se merecía ni una entrada, pero ÉL si, porque me gustaría regalarle todas las sonrisas y los besos que tengo guardados en el baúl donde descansan los pedacitos que pude recuperar de lo que antes era mi corazón. Así que esto es una entrada de San Valentín con retraso y se la dedico a ÉL.

Un solo paso

Cierras los ojos y ves todo negro a tu alrededor. El viento murmura palabras silenciosas en tus oídos. Piensas por qué estás ahí y todo pasa por tu mente a una velocidad de vértigo.

Vértigo, como el que sientes ahora que miras hacia abajo y ves los coches pasar bajo tus pies y tal vez a una o dos personas mirar hacia arriba y señalarte. Pero a nadie le importa que estés a punto de tirar tu vida desde lo alto de un edificio, al fin y al cabo ¿quién eres para ellos? Nadie.

Nadie.

No eres nadie para jugar así con una vida, por mucho que sea tuya no tienes derecho a destrozarla por un estúpido error.

Miras hacia atrás y el viento que antes susurraba ahora te grita, te revuelve el pelo, y tira al vacío tus ilusiones, o las que te quedaban, porque ya no tienes nada, estás a punto de hacerlo, estás a un paso de la muerte.

Y entonces te das cuenta de lo que de verdad importa en esta vida. El simple hecho de que el corazón te lata ya debería de significar algo, pero también está toda esa gente que te quiere, porque aunque no lo creas, tienes amigos que te aceptan por ser como eres. Y no sé si servirá de algo, pero también podrías hacerlo por ella, porque la quieres, adoras su mirada y te encantaría saber cómo huele su pelo o el tacto que tiene. ¿De verdad te morirías sin saberlo, sin decirle que la quieres con toda tu alma?

Por favor, no lo hagas, no saltes, no te vayas, no te mueras. Por favor.

Y entonces él dio un paso hacia su eterna condena.
Siempre que estamos a un centímetro de rozar las estrellas
el sol aparece y nos destroza los sueños.


Pero en vez de rendirnos tenemos que recordar
que el día no dura eternamente.

Cuestión de perspectiva

Tú siempre decías que la muerte era el fin de todo. Yo en cambio decía que la muerte no era más que el principio.


Tú veías el vaso medio vacío y yo lo veía medio lleno. Nunca nos dimos cuenta de que en realidad estaba a la mitad y siempre había estado así hasta que te lo bebiste y lo dejaste completamente vacío.

Tú eras la Luna y la noche, yo era el Sol y el día. Juntos éramos un perfecto eclipse, un atardecer o un amanecer, da igual cómo quieras decirlo.

Pero ahora eso ha cambiado, la puerta que cerraste con un predecible portazo ahora se ha convertido en nuestro tu muro de las lamentaciones, en nuestra tu tortura, en una muralla infranqueable que separa nuestras vidas. Tú te quedaste fuera de mi corazón y yo dentro del tuyo, o no. Supongo que depende de cómo lo mires, a mi esto ya me dejó de importar hace mucho tiempo MENTIRA.

Ahora cada vez que veo unos ojos azules la nostalgia rabia y el anhelo odio me invaden y no puedo evitar pensar que todo fue culpa tuya, o puede que fuese mía. Tú eras pura oscuridad y yo era pura luz, o viceversa, menuda combinación ¿verdad? No sé cómo pudimos soportarlo tanto tiempo. Por eso no me extrañó que aquel día todo estallase y salpicase de dolor las paredes impolutas que cubrían mi corazón.

Y ahora tú estás martilleandote esa maravillosa cabezota hueca que tienes y diciéndote que no tenías que haberte ido, y yo estoy aquí, en el lado de la puerta que me corresponde, con aquellas palabras de amor  de rabia que me echaste en cara martilleandome la cabeza. O puede que sea al revés, ya no lo sé, ni quiero saberlo.

Supongo que todo es cuestión de perspectiva.

20 de enero

Pensé que era un buen momento. Por fin se hacía realidad. Tanto oír hablar de tu silencio.... dicen que te arrastra como el mar. Llené de libros mi maleta, también de fotos tuyas de antes; dibujé tu sonrisa junto a la mía, me dormí con tu abrigo en el sofá. Quiero estar a tu lado, quiero mirarte y sentir, quiero perderme esperando, yo quiero quererte o morir. 

Y en el momento en que vi tu mirada buscando mi cara, la madrugada del 20 de enero saliendo del tren, me pregunté qué sería sin ti el resto de mi vida y desde entonces te quiero te adoro y te vuelvo a querer.

Cogí un tren que no dormía y vi tu cara en un cristal, era un reflejo del sol de mediodía, era un poema de amor para viajar. Quiero estar a tu lado, quiero mirarte y sentir, quiero perderme esperando, yo quiero quererte o morir. Y en el momento en que vi tu mirada buscando mi cara la madrugada del 20 de enero saliendo del tren me pregunté qué sería sin ti el resto de mi vida y desde entonces te quiero te adoro y te vuelvo a querer.
Te perdí y no te perderé. Nunca más te dejaré. Te busqué muy lejos de aquí, te encontré pensando en mí.
.[...]
Y desde entonces te quiero, te adoro y te vuelvo a querer.

20 de enero, La Oreja de Van Gogh


Ithilwen.